Estos días en Londres se sienten como un hiato en el tiempo, como aguantar la respiración mientras el resto de la vida se engulle silenciosamente a través de la piel.
Estos días recorro Londres con ojos de despedida, diseccionándola con el bisturí que son las ruedas de mi bici, abriendo calles desconocidas hasta ahora para ver qué encuentro en ellas. Recorro calles suspendidas en el tiempo con personas que pasean sobre este espacio atemporal, sin segundos y sin vida. Incluso los sonidos, las risas, parecen enlatadas, como reproducidos desde un pasado no tan lejano, cuando las risas no se apelmazaban tras una tela.
En la superficie cutánea de Londres todo parece normal, pero observando con microscopio podemos cómo las células vamos cambiado, una a una, agrupándonos en solitario, como dándonos la espalda, manteniendo las distancias para hacer una red desde lejos. Todo parece igual, pero nada es lo mismo.
En este tiempo suspendido, en este tiempo entre momentos, en esta inhalación aún no exhalada, el sonido se hace silencio, y se cuela sibilinamente en el cerebro.
Allí, las elaboraciones mentales que no me llevan a ningún sitio me acaban llevando a los parques, como si mis ruedas tuvieran querencia por los árboles, por estas islas verdes donde observo la vida desde fuera y apago el volúmen de dentro.
Todo es irreal y todo es normal, bello y fantasmagórico. Frisbees, perros, niños...una librería de sonidos impresa sobre la película frente a mis ojos, y mi mente saltando de grupo en grupo, barbacoas, juegos, cumpleaños....observando el parque desde fuera, como una Sara Connor agarrada a la verja.
Mi respiración y los sonidos de la bicicleta son mi banda sonora, que dibuja partituras sobre el río, en los ladrillos victorianos, o en las silenciosas esperas para take away coffee. Creo profundidad de campo auditiva en esta realidad tan plana, donde las voces atenuadas y algo irreales me recuerdan que estamos suspendidos en el tiempo, que los sonidos, esta luz, estos aromas y esta temperatura están sobreimpresos en una realidad que ya ha comenzado a mutar.
Este Londres veraniego y silencioso, este hiato entre el post lockdown y el pre-cataclismo, es el reflejo de mi propio debate entre capítulos, puntuaciones, paréntesis, interrogaciones, puntos finales.
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